(CNN) — La apuesta sombría del presidente de Rusia, Vladimir Putin, de que Estados Unidos y Occidente se cansarán de su brutal guerra antes que él se ve cada día más clara.
Casi siete semanas después de que el presidente Joe Biden pidiera al Congreso US$ 60.000 millones para completar la cuerda de salvamento de armas y municiones de Kyiv, junto con otros US$ 14.000 millones para Israel, nada ha ocurrido. En un duro golpe para sus perspectivas, la ayuda a Ucrania se ha visto ahora envuelta por los republicanos en otro embrollo sobre inmigración. El punto muerto, junto con las menguantes perspectivas de que el Congreso tome una decisión antes de las festividades, provocó notables advertencias de la Casa Blanca este lunes que anunciaban un momento crítico en la guerra.
“Nos estamos quedando sin dinero y casi sin tiempo”, declaró a la prensa Jake Sullivan, asesor de Seguridad Nacional de Biden. El endurecimiento de la retórica del Gobierno sugirió que cualquier legislador que se opusiera a la financiación estaba del lado del líder ruso. “Un voto en contra de apoyar a Ucrania es un voto para mejorar la posición estratégica de (Vladimir) Putin”, dijo.
Los comentarios de Sullivan se produjeron después de que la directora de la Oficina de Gestión y Presupuesto, Shalanda Young, advirtiera en una carta al presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, de que “cortar el flujo de armas y equipos estadounidenses amputará a Ucrania en el campo de batalla, no solo poniendo en peligro los avances logrados por Ucrania, sino aumentando la probabilidad de victorias militares rusas”.
La embajadora de Ucrania en Estados Unidos, Oksana Markarova, también rogó a los legisladores que no abandonaran a su país. “Después de haber ganado tanto, no podemos perderlo ahora”, declaró a Wolf Blitzer de CNN. “Todos rezamos y esperamos más apoyo del pueblo estadounidense”.
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El tono alarmista planteó la cuestión de si la frustración del Gobierno era una táctica política diseñada para empujar al Congreso a la acción o si refleja una preocupación genuina de que la ayuda militar estadounidense que sostiene la resistencia ucraniana esté realmente amenazada. Dada la incapacidad del Congreso y, en especial, de la caótica mayoría del Partido Republicano en la Cámara de Representantes, de cumplir incluso las obligaciones más básicas de gobierno, la ansiedad, al borde del pánico, podría estar justificada en el Ala Oeste.
Las dudas crecientes sobre el compromiso de Estados Unidos coinciden con la llegada de un crudo invierno en el que se espera que Rusia vuelva a atacar a la población civil ucraniana y las centrales eléctricas que la mantienen caliente. Hay nuevos indicios de que Moscú ha podido reconstituir un repunte de sus mermadas fuerzas y armamento y está desplegando nuevos misiles y drones procedentes de aliados como Corea del Norte e Irán. Mientras tanto, la guerra de Israel contra Hamas ha eclipsado a Ucrania en las últimas semanas, una situación por la que el presidente Volodymyr Zelensky ha mostrado preocupación públicamente en los últimos días.
Mientras la supervivencia de Ucrania está en juego, también lo está la reputación de Estados Unidos como líder mundial. Hace solo dos semanas, el secretario de Defensa, Lloyd Austin, viajó a Kyiv y le dijo públicamente a Zelensky: “Permaneceremos con ustedes a largo plazo”.
Pero, ¿puede Estados Unidos cumplir realmente esa promesa, tanto en la lucha a corto plazo por la financiación de Ucrania como ante la posibilidad de que el expresidente Donald Trump, que es hostil a Ucrania y siempre trata de congraciarse con Putin, tenga muchas posibilidades de volver a la Casa Blanca si gana la candidatura del Partido Republicano el año que viene?
La idea de que Washington abandone a una nación democrática y soberana que lucha contra una invasión tramada por el Kremlin habría sido impensable en otro tiempo. Una medida así no solo echaría por tierra la determinación occidental en Ucrania, sino que enviaría una señal a adversarios como Rusia y China de que las garantías de seguridad de Estados Unidos a sus aliados no significan nada en el resto del mundo. Pero el cambio en la visión del mundo del Partido Republicano, alejándose de sus raíces internacionalistas y acercándose a una postura aislacionista de “Estados Unidos primero” favorecida por Trump, ha cambiado los supuestos sobre el poder de Estados Unidos. Las fuerzas políticas que podrían remodelar el mundo en un segundo mandato de Trump ya están en juego en Washington, especialmente en la Cámara de Representantes, y amenazan con transformar la política exterior estadounidense.
Los partidarios de seguir ayudando a Ucrania advierten que Putin está al tanto. El senador republicano Jim Risch de Idaho, que forma parte de las comisiones de Inteligencia y Relaciones Exteriores, dijo en el Foro Internacional de Seguridad de Halifax el mes pasado que “Vladimir Putin, tengo razones para creer … cree que va a ganar esta guerra durando más que nosotros”. Risch añadió: “Vigilan cada palabra que se pronuncia en Estados Unidos, en Canadá y con nuestros otros aliados, de los disidentes, no de la gran mayoría de la gente que apoya esto”.
Ben Hodges, teniente general retirado del ejército de EE.UU., compartió esa sensación de que Moscú está siguiendo cada movimiento del Congreso estadounidense. “La gran prueba de voluntad es entre el Kremlin y las capitales occidentales: Washington, Berlín, París, Londres y otras”, dijo Hodges en una sesión informativa organizada la semana pasada por Spirit of America, un grupo sin fines de lucro que trabaja junto a tropas y diplomáticos para promover los valores estadounidenses.
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Las mismas fuerzas políticas divisivas que han convertido el Congreso en un callejón sin salida y están fomentando la posibilidad de un segundo mandato de Trump se han combinado para amenazar la financiación estadounidense de la resistencia ucraniana.
Los republicanos de derecha exigen un paquete de cambios de política de inmigración de línea dura en la frontera sur a cambio de financiar a Ucrania que son inaceptables para los demócratas del Senado. Johnson podría tener dificultades para conservar su tenue puesto si utiliza los votos demócratas para aprobar un paquete de financiación de Ucrania. Y hay pocos puntos en común o confianza entre la Cámara de Representantes, dirigida por los republicanos, y el Senado, dirigido por los demócratas. Los bajos índices de aprobación de Biden están limitando su capacidad para vender una ayuda masiva continuada a Ucrania a un público cada vez más escéptico en medio de las luchas cotidianas en Estados Unidos, entre ellas las relacionadas con los altos precios de los alimentos.
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El fracaso de Ucrania a la hora de convertir su largamente prometida contraofensiva en avances concretos ha llevado, mientras tanto, a los escépticos de más ayuda a preguntarse si se está utilizando eficazmente y cuánto duraría la guerra. Johnson, por ejemplo, se ha quejado de que el Gobierno no ha ofrecido un plan para la victoria en Ucrania ni un camino para resolver el conflicto. Se trata de preocupaciones razonables, dado que se están empleando miles de millones de dólares de los contribuyentes en el esfuerzo de ayuda. Sin embargo, la situación en Ucrania difícilmente se presta a las respuestas que busca Johnson.
Putin, con su alta tolerancia a las enormes bajas rusas, parece dispuesto a librar una guerra de desgaste para desangrar a su enemigo y esperar un cambio político en EE.UU. y Europa que estrangule lentamente al ejército ucraniano.
En realidad, Rusia y Ucrania llevan ya más de una década en guerra, desde que Putin se anexó Crimea, territorio ucraniano, en 2014. A medida que la guerra se va estancando, ni Rusia ni Ucrania se acercan a una negociación para ponerle fin, dado que es mucho lo que está en juego para ambas para evitar la derrota.
El paquete de ayuda a Ucrania está ahora atrapado en la cuestión política estadounidense más intricado: la inmigración.
Biden solicitó US$ 13.600 millones para la seguridad en la frontera entre Estados Unidos y México, junto con sus peticiones de ayuda a Israel y Ucrania, en un intento de facilitar la aprobación de la medida, que también incluye US$ 7.400 millones para Taiwán. Pero los republicanos quieren cambios políticos, además de nuevos fondos.
En la Cámara de Representantes, están presionando para que se aprueben nuevas leyes basadas en la HR 2, un proyecto de ley que codificaría muchas de las políticas de inmigración de línea dura de Trump, así como cambios en la ley de asilo. Y un grupo bipartidista de senadores ha pasado varias semanas buscando un compromiso, pero hubo informes contradictorios el lunes sobre si sus conversaciones se habían roto.
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El líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, aumentará la presión sobre los republicanos del Senado que están a favor de más ayuda a Ucrania, pero son rehenes de la base proTrump de su partido. Tiene previsto presentar esta semana un paquete de ayuda Ucrania-Israel para su votación sin incluir medidas de inmigración. Y anunció que Zelensky hará una aparición a distancia el martes en una sesión informativa clasificada del Senado.
“La seguridad nacional de Estados Unidos está en juego en todo el mundo, en Europa, en el Medio Oriente, en el Indo-Pacífico, los autócratas, los dictadores están librando una guerra contra la democracia, contra nuestros valores, contra nuestra forma de vida”, dijo el demócrata neoyorquino. “Estamos en un momento histórico”.
Pero un grupo de senadores republicanos que normalmente respaldan la ayuda a Ucrania señalaron el lunes que no podían seguir adelante sin cambios migratorios adjuntos a la medida. El senador por Texas John Cornyn advirtió, por ejemplo, que “nuestra seguridad no puede quedar en segundo lugar respecto a la de otros países del mundo, nuestros aliados, incluso aquellos como Ucrania e Israel”.
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Dado el amplio apoyo a Ucrania en el Senado, parece probable que surja algún compromiso. Pero la imprevisibilidad e inestabilidad de la Cámara de Representantes, controlada por el Partido Republicano, significa que el paquete de ayuda se enfrenta a un destino muy incierto. La mayoría del Partido Republicano aún no ha aprobado los proyectos de ley habituales, como el que financia el Departamento de Defensa de Estados Unidos. Y aunque la Cámara respaldó un proyecto de ley de financiación de Israel, éste se vio lastrado por los recortes en el Servicio de Rentas Internas (IRS, por sus siglas en inglés), a los que se oponen los demócratas del Senado, una señal de cómo los republicanos de la Cámara están más orientados a los mensajes partidistas que a gobernar o preservar el poder y la influencia de Estados Unidos en el extranjero.
El peligro que se avecina para Ucrania es que se vea arrastrada aún más a una lucha por la financiación del gobierno que se avecina para enero y febrero. E incluso antes de que se conozca el resultado de las elecciones de 2024, está claro que ya no hay garantías de que los miles de millones estadounidenses estén allí mientras dure la guerra.
Y mientras tanto, en Moscú, Putin observa y espera.