(CNN) — Amir Taha, de 20 meses, yace en silencio en la cama, con el pelo mullido hacia arriba y la piel, suave como la de un bebé, violentada por una herida abierta y dentada en la frente. Alrededor de uno de sus grandes ojos marrones se ven moretones.
Ahora es huérfano, dice su tía, porque sus padres y dos de sus hermanos murieron en un bombardeo israelí, uno de los ataques de la devastadora guerra contra Hamas en Gaza, que Israel lanzó después de que los milicianos llevaran a cabo ataques asesinos transfronterizos contra civiles israelíes el 7 de octubre.
Se agrava más la situación humanitaria en Gaza por las lluvias y enfermedades
La pérdida de Amir se suma al abrumador número de víctimas mortales en el diminuto territorio de Gaza, donde han muerto más de 18.000 personas, según el Ministerio de Salud de Gaza, dirigido por Hamas.
Pero él aún no lo sabe, dijo su tía Nehaia Al-Qadra a CNN. Es demasiado pequeño para entenderlo.
“Encontraron a Amir en brazos de su madre tirado en la calle”, dijo Al-Qadra. “Su hermana murió, su hermano murió, su tío, y su otra hermana está herida en el hospital… Aquí estamos, él no tiene madre ni padre ni hermana o hermano mayor. Ahora solo estamos nosotros dos y Dios”.
Amir quiere a su padre. “Ayer vio a un enfermero que se parecía a su padre, y no paraba de gritar ‘¡Papá! ¡Papá! Papá!”, cuenta Al-Qadra. Cuando necesita calmarlo, le enseña un video de su padre.
El horror de la guerra moderna en un hospital
Amir se recuperará de sus heridas físicas con el tratamiento que recibe ahora en un hospital de campaña de Rafah, en el sur de Gaza, establecido por el Gobierno de Emiratos Árabes Unidos (EAU).
Con los hospitales locales desbordados por los enfermos y heridos que buscan ayuda en instalaciones que han sido dañadas o destruidas, el de EAU es un raro lugar que funciona, está bien equipado y cuenta con personal suficiente para ofrecer ayuda a los casos más graves.
CNN pudo ver su trabajo en una breve visita esta semana, el primer medio de comunicación occidental que consigue acceder al sur de Gaza para informar de forma independiente. Hasta ahora, Israel y Egipto habían hecho prácticamente imposible que los periodistas internacionales fueran testigos de primera mano de los daños causados a la población civil. Los militares israelíes han llevado a medios de comunicación estadounidenses, incluida CNN, en breves viajes escoltados al norte de Gaza.
En las calles sembradas de basura y escombros de edificios destruidos, vemos el horror de la guerra moderna. A pesar de los intensos bombardeos, la gente deambula por el exterior como zombis, quizá tratando de comprender su vida, quizá sin nada más que hacer.
La mayoría de las tiendas están cerradas, pero hay una larga cola ante una panadería. La lluvia reciente ha dejado agua estancada, y el frío de diciembre se está instalando.
“Te cambia el corazón”
En otra habitación del hospital de campaña, Jinan Sahar Mughari, de ocho años, está inmovilizada con un yeso que le cubre todo el cuerpo. “Bombardearon la casa de enfrente y luego la nuestra”, dijo su madre a CNN. “Estaba sentada junto a mi abuelo, y mi abuelo me abrazó, y mi tío estaba bien, así que fue él quien nos sacó”, recuerda la niña.
Jinan se rompió el cráneo y una pierna en el bombardero, explica su madre, Hiba Mohammed Mughari, quien no estaba en casa en el momento del ataque.
“Fui al hospital a buscarla… vine aquí y la encontré aquí”. Anima a su hija a hablar mientras ella misma guarda silencio. Las lágrimas corren por su rostro mientras llora en silencio.
Los médicos del Hospital de Campaña de EAU dicen que les resulta especialmente duro ver y tratar a los niños inocentes víctimas de la guerra, pero están tan ocupados que no pueden pensar en ello.
“Es algo que te cambia el corazón”, dice el Dr. Ahmed Almazrouei sobre ver a niños heridos.
Su colega, el director médico del hospital, el Dr. Abdallah Al-Naqbi, añadió: “Obviamente son civiles. No merecen perder [un] miembro mientras están sentados con su familia”, dijo.
El hospital se construyó rápidamente en un estadio de fútbol, pero su personal y su equipamiento de vanguardia hacen que sus 150 camas sean muy solicitadas. “La gente de aquí nos pide que limitemos nuestro servicio a los heridos graves, porque son los que más lo necesitan. Y no pueden esperar”, dijo Al-Naqbi.
Calma en medio de los ataques aéreos sobre Gaza
Los médicos voluntarios están de guardia 24 horas al día, 7 días a la semana, y trabajan muchas horas. “Ayer empezamos a las tres de la mañana. Cuatro heridos. No hubo amputaciones, pero sí quemaduras. Las quemaduras son peores que las amputaciones”, dijo Al-Naqbi. “Y estuvimos despiertos hasta última hora de la tarde”.
Atender a las víctimas de traumatismos es fundamental para el trabajo de los médicos de la misión, bautizada como “Operación Caballero Galante 3”. Pero también están viendo las consecuencias del desmoronamiento de los sistemas sanitarios locales y de las condiciones de hacinamiento que están causando enfermedades infecciosas y otros problemas que se extienden por las comunidades.
“Alguien llegó con una herida en la cabeza y gusanos saliendo de la herida”, dijo Al-Naqbi. “No podemos explicar a qué tipo de ambiente estuvieron expuestos [y] médicamente no puedo explicar lo sucia que estaba esa situación. Incluso nuestro cirujano estaba conmocionado”.
En el interior del hospital reina casi la calma, con un personal organizado que atiende eficientemente a sus pacientes, en salas, unidades de cuidados intensivos y quirófanos. Pero la guerra está siempre presente.
A los 15 minutos de la llegada de CNN, se oye el estruendo de un ataque aéreo cercano. Los médicos ni se inmutan. “Así es la vida real”, dice Al-Naqbi, y añade que oyen al menos 20 ataques al día. “Creo que nos hemos acostumbrado”.
Notas manchadas de sangre
En su refugio, no se sabe qué ha sido alcanzado: un objetivo de Hamas o una casa o un negocio de civiles, pero pronto reciben noticias de que hay víctimas a las que tienen que atender.
“Nos acaban de llamar ahora mismo, nos van a enviar a dos varones jóvenes amputados por el bombardeo”, dice Al-Naqbi, dirigiéndose a toda prisa a la “zona roja”, donde reciben a los nuevos pacientes traumatizados.
“La mayoría de nosotros [somos] médicos de urgencias con experiencia, consultores de la UCI”, dijo más tarde, hablando de las experiencias del equipo en casa. “Hemos visto traumatismos, pero llegarán a través de nuestros EMS (servicios médicos de urgencias), … limpios, organizados, con un historial adecuado”.
Las notas entregadas por los paramédicos que han trasladado en silla de ruedas a un hombre y a un niño, de 13 años, ambos sin extremidades, están manchadas de sangre.
Ambos pacientes están peligrosamente heridos, y los equipos trabajan rápidamente para sustituir las vendas que se están utilizando como torniquetes improvisados. “Ni un solo paciente vino a mí con un torniquete adecuado”, dijo Al-Naqbi, explicando que detener adecuadamente la pérdida de sangre era fundamental para salvar vidas.
“El mundo no está escuchando”
Esto se debe a que los pacientes proceden de la devastada Gaza, que vimos en nuestro trayecto de 4,5 kilómetros desde la frontera egipcia hasta el hospital y viceversa.
El Ejército israelí afirma que, desde el 7 de octubre, ha atacado más de 22.000 objetivos en Gaza –un enclave de apenas 40 kilómetros de largo y 11 de ancho–, superando con creces todo lo visto en la guerra moderna en términos de intensidad y ferocidad.
Casi todos los más de 2 millones de habitantes de Gaza se han visto obligados a abandonar sus hogares, según la Organización Mundial de la Salud, ya que Israel ha atacado primero el norte y luego el sur del territorio en sus operaciones para destruir a Hamas y recuperar a más de 100 rehenes que se cree que siguen en manos de milicianos.
Mientras más países pedían un alto el fuego, un joven paciente del hospital de campaña emiratí se preguntaba amargamente si alguien estaba realmente lo bastante preocupado.
Antes de la guerra, Lama Ali Hassan Alloush, de 20 años, estudiaba Ingeniería en la universidad y preparaba la boda de su hermana. Su familia acató las órdenes del Ejército israelí de abandonar su casa en el norte y huyó hacia el sur, pero la casa donde buscaban refugio fue alcanzada por un ataque. Ahora está en el hospital, con la pierna derecha amputada.
“El mundo no nos escucha. Nadie se preocupa por nosotros, llevamos más de 60 días muriendo por los bombardeos, y nadie ha hecho nada”.