El presidente López Obrador, al inicio de su sexenio, apareció en un video que todavía existe en Internet. En él, aparece con un señor que tiene un trapiche, como los que pusieron Hernán Cortés y compañeros en distintos lugares de México, para moler caña. Esa tecnología llegó, con los españoles y con la caña azucarera, a México en el siglo XVI, pero creo que la tecnología es mucho más antigua. El engrane es como del siglo tercero antes de Cristo, y un dispositivo como un trapiche probablemente se logró en China o en el mundo islámico alrededor del siglo VIII de nuestra era. Ahí, el Presidente expresa que ese es el modelo de desarrollo al que él aspiraba para México. A través de su mula y su trapiche, el joven podía ganarse la vida, y no iba a necesitar mucho.
También, recuerdo su idea, circa 2018, que la gente de las comunidades rurales no migrara. Es como si su guía para el desarrollo fuera esa canción de José Alfredo Jiménez, “Las Ciudades”. Decía el presidente que en el ámbito rural las costumbres son mejores que en el ámbito urbano.
El genio de López Obrador, no fue ser un gran comunicador, como dice Fernando Dworak. Su éxito radicó en entender que ya no somos un país rural, como nos veía el PRI. López Obrador vio una clientela política urbana desatendida, y a ellos dirigió sus apoyos. Para los informales e inempleables, creó subsidios que nos cuestan cerca de 0.8 billones de pesos al año. Para los trabajadores formales urbanos, subió el salario mínimo, apretó a las empresas formales por la vía fiscal, y cambió el esquema tributario para que las empresas contrataran más gente de salario relativamente bajo y dejaran de contratar a individuos de alto salario.
Gracias a sus políticas de mercado laboral, la masa salarial creció durante su sexenio, y se mantuvo el empleo formal de gente relativamente pobre. Su política laboral sacó a los trabajadores más caros, y más preparados, de la fuerza laboral formal. Sus políticas de mercado de trabajo, en conjunto con las becas y subsidios, generaron una transferencia enorme de recursos hacia los hogares. Por eso ganaron la elección.
Hace unos días, los colegas de la institución donde trabajé muchos años, el IMCO, publicaron una gráfica que resume las políticas laborales del sexenio de Andrés Manuel López Obrador. En su gobierno, la productividad laboral se redujo en 4 por ciento, mientras que las remuneraciones (ingreso laboral promedio), aumentaron 32.7 por ciento entre 2018 y 2024. La diferencia la estamos pagando con menor crecimiento económico, menos inversiones en nuevas empresas, y un déficit fiscal de 6 por ciento del PIB del que usted ha leído hasta la náusea.
Ahora, ¿por qué la productividad cae en México? Creo recordar que antes del 2018, caía al 0.4 por ciento por año. Ahora está cayendo 10 veces más rápido. Hay dos explicaciones. Una, es obvia: hay incentivos al ocio cuando no hay una necesidad apremiante de trabajar. Quizá eso está bien. Necesitamos más adultos con horas libres para que los niños no crezcan solos, para fortalecer la comunidad, y la familia.
La otra explicación no tiene nada que ver con el “echaleganismo”: la productividad del trabajo en el margen es la que determina el salario de mercado. Para que aumente la productividad laboral marginal, tiene que aumentar la dotación de capital (físico y humano) para cada trabajador. Y eso es lo que ha fallado: el humanismo mexicano antineoliberal del que hablaba la presidenta ayer en su toma de posesión en realidad fue un ataque brutal al capital. Con menos inversión, hay menos dotación de capital por trabajador, y la productividad cae.
Nada hay de malo en que haya más ingreso en los hogares, especialmente los más pobres. Lo que es importante es que la fuente de financiamiento de esos recursos sea sostenible. Y para que ello ocurra, es indispensable que la economía crezca.
El trabajo y el capital son más complementos que sustitutos, en la mayoría de las industrias en México. Todavía no estamos en el nivel en que robots e inteligencia artificial nos comen vivos. Necesitamos un esquema fiscal que favorezca a las empresas que inviertan en sus trabajadores, y en los trabajadores autónomos que invierten en sí mismos, tanto en educación como en mejores herramientas.
Hoy, 2 de octubre, es cumpleaños de María Amparo Casar, brillante académica y amiga de esta columna. Feliz cumpleaños, querida MAC. Ojalá veamos un México sin corrupción como el que siempre has soñado.