En los últimos días hemos visto amenazas hacia México por parte de sus dos socios en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (T-MEC). Diversos políticos canadienses, incluyendo al primer ministro Justin Trudeau, declararon que se debía analizar la posibilidad de excluir a México del T-MEC debido a “preocupaciones reales y legítimas” derivadas de inversiones chinas en México. Por su parte, Trump y miembros de su equipo han manifestado preocupaciones en el sentido de que China utiliza a México para exportar bienes hacia Estados Unidos libres de aranceles. Trump, además, ha amenazado a México con aranceles del 25% en caso de no cooperar más en temas de migración y tráfico de fentanilo, aunque de estos temas me ocuparé en otra columna. Aquí me centraré en los asuntos relativos a China.
Creo que ante los desafíos citados, lo primero es poner los datos duros sobre la mesa. La inversión directa de China en México no es significativa, habiendo alcanzado en los dos últimos años 729 millones de dólares. Esto no representa ni el 1% de la Inversión Extranjera Directa (IED) que recibe México. China no figura entre los 10 primeros países que más inversión realizan en México. Hay quien dice que esta cifra pudiese estar subvalorada, pues hay inversiones etiquetadas como de Singapur o Hong Kong que en realidad son chinas y que las inversiones pudieran ser tres o cuatro veces mayores. Pero incluso si ese fuese el caso no se trataría de una participación muy relevante.
En cambio, Canadá –que ha expresado su preocupación por estas inversiones en México–, recibe montos mucho mayores. En los dos últimos años la inversión directa de China en aquel país fue de 56 mil millones de dólares: 76 veces más de lo que recibe México. Estas representaron 2.8% del total, porcentaje que si bien no es muy alto, es mucho mayor al observado en México. Parecería que las preocupaciones canadienses deberían en todo caso redirigirse.
Por otra parte, no se ha presentado evidencia de que China exporte productos hacia Estados Unidos a través de México. Hay, eso sí, quienes presentan datos espurios para llegar a esa conclusión: dicen que en los últimos años las exportaciones de China a Estados Unidos han disminuido, las de México a su vecino del norte han aumentado, y las de China a México también se han incrementado. Datos que permiten concluir, sostienen, que China exporta a Estados Unidos a través de México, una inferencia a todas luces incorrecta. Es verdad que China vende menos a Estados Unidos desde que comenzó la guerra comercial entre ambos países debido a los aranceles y otras barreras no arancelarias. También es cierto que México exporta más hacia Estados Unidos, pues ha ganado una parte de la cuota de mercado que ha perdido China. Y finalmente, es cierto también que México importa más productos desde el país asiático. Pero lo que ocurre es que al exportar México más bienes a Estados Unidos tiene que aumentar su producción y para ello necesita más insumos. Y una parte de estos insumos proviene de China (7% del valor agregado de las exportaciones mexicanas es chino; 18% es estadounidense). Esto es lo que explica el aumento de exportaciones de China a México. Hasta el momento, ni Canadá ni Estados Unidos han presentado una sola evidencia de que México haya violentado las reglas de origen establecidas en el T-MEC.
La realidad es que tanto México como Estados Unidos requieren de insumos chinos para sus procesos de elaboración de manufacturas ya que sin ellos perderían competitividad. No es realista pensar que se puede prescindir de estos insumos de la noche a la mañana.
En este sentido, México podría atender las preocupaciones que hay en Estados Unidos y Canadá respecto a China proponiendo adoptar una política comercial común hacia ese país. Incluso se podría pensar en una unión aduanera de Norteamérica. Ello reduciría las complejidades y costos de determinar el cumplimiento de las reglas de origen. Pero será fundamental que esta política comercial común sea realista y reconozca que la región requiere, al menos durante un periodo, de insumos chinos para mantenerse competitiva.
Ante los desafíos comerciales, México debe actuar con evidencia y datos duros y de forma constructiva frente a sus socios comerciales de América del Norte. México tiene los datos de su lado.